El Último Dinosaurio (EUD), un proyecto de indie rock originado en Buenos Aires, nos presenta su más reciente canción titulada Café sin azúcar. Integrado por Boika (voz y guitarra), Michael (bajo) y Sebastián (batería), el grupo combina influencias que van desde el rock progresivo hasta el synthwave, creando una propuesta musical cargada de emociones y exploración personal.
El nombre del proyecto no solo evoca una imagen nostálgica, sino que también simboliza la esencia de las canciones: historias llenas de humanidad que invitan a sentir, reflexionar y aceptar las emociones en todas sus formas. Esta idea cobra vida en Café sin azúcar, una pieza que Boika escribió inspirado por la nostalgia y el amor hacia alguien que extrañaba profundamente.
“La experiencia de extrañar a alguien puede ser agridulce, como el café sin azúcar: amargo, pero auténtico. Así es como me gusta tomarlo, al igual que el recuerdo de esa persona especial”, comenta Boika sobre el tema. La canción mezcla elementos de rock pop y electro pop, destacando la experimentación con instrumentos digitales que añaden una textura moderna al sonido clásico de las guitarras.
El videoclip, dirigido por Manuel Ríos Bridoux, captura de manera visual la esencia de Café sin azúcar. En un espacio íntimo, Boika toca la guitarra mientras el ambiente se tiñe de calidez y melancolía, evocando la presencia de ese amor que permanece vivo en la memoria. Es un video perfecto para acompañar una tarde de reflexión, ideal para escuchar en un parque con un café sin azúcar en la mano.
Esta canción forma parte del primer álbum de la banda, No puedo ser normal, un trabajo de 11 temas que exploran temas como la búsqueda del ser y la angustia existencial. La portada del álbum, diseñada por Verónica Pulfer, refleja esta dualidad emocional: una figura meditando que enfrenta la angustia, pero se permite sentirla y transformarla en arte.
El Último Dinosaurio tiene como objetivo conectar emocionalmente con su público, y lo han logrado a través de canciones que nacen del corazón. Café sin azúcar es un ejemplo perfecto de cómo transforman sentimientos personales en melodías universales.
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